http://www.lasprovincias.es/v/20100830/culturas/especie-regresion-cultural-20100830.html


En el discurso de Carles Santos asoma cierto despiste, propio de los genios. También una pizca de ironía, que según advirtió Jacinto Benavente, es una tristeza que no puede llorar y sonríe. Santos no para de trabajar y atiende entre ensayo y ensayo, con la atención algo difusa, aunque de vez en cuando afila el verbo. Rechaza el apelativo de 'provocador'. El artista de Vinaròs que pinta, compone, colabora en la creación de espectáculos y se atreve con la escultura, repite en varias ocasiones que él es en primer lugar un pianista. Y de ahí todo lo demás, incluido el Premio Nacional de Música de 2008 en categoría de composición.
-Está usted en plena temporada de ensayos.
-Estoy preparando una composición que se empleará en el festival de Temporada Alta. Es un espectáculo relacionado con el mundo del circo, y abrirá el festival el próximo 1 de octubre.
-¿Existe algún nexo de unión entre todas las disciplinas artísticas en las que desarrolla sus trabajos?
-Sí, claro, son lenguajes que, aunque aparentemente no lo parezca, tienen muchas cosas en común, pero de todas formas, es la música el lenguaje que domina toda la escena, todo el discurso artístico y los ordena. Yo soy músico y ese concepto no se pierde. A pesar de que puedan aparecer cosas muy diversas, en el fondo, el concepto es puramente musical.
-¿Hay diferencia en la sensación al crear una composición musical o una escultura?
-Eso es algo muy personal, a cada uno la situación le supone algo distinto. A mí me cuesta sacar algo que me interese. Tengo que trabajar mucho. En el fondo, el trabajo, la dedicación, es lo que verdaderamente da resultado.
-¿Con el paso de los años se consolida un proceso creativo o también en ese momento hay sitio para la inspiración?
-Es como todo. Eso de la inspiración yo lo pongo entre comillas. El trabajo regulado y ordenado es en lo que yo creo. Tal vez se debe a que yo soy pianista y el piano, para mantenerlo en forma, obliga a una dedicación continua y esto te habitúa a una forma de trabajar. La inspiración, se lo puedo asegurar, no le cae a uno de un tejado mientras pasea.
-¿Qué tal se lleva con las nuevas tecnologías?
-Las utilizo si son convenientes, sería absurdo no hacerlo. En el fondo, un piano es un ordenador, también. Con el piano puedes leer toda la historia de la música. Es el único instrumento que lo puede hacer.
-Está digitalizando su trabajo actual y pasado.
-Tengo a alguien que lo hace. No soy operativo en ese terreno. Todos tenemos nuestras limitaciones.
-¿Se ha llevado alguna sorpresa en ese viaje a su propio pasado musical?
-La verdad es que yo no soy muy ordenado y me estoy encontrando con cosas que yo pensaba que estaban perdidas. Incluso cosas que no sabía ni que existían y que sí están ahí, lo cual es muy agradable.
-¿Se encuentra con cosas que no reconoce como propias?
-Sí, a veces me quedo sorprendido. Peor sería oír o ver algo hecho anteriormente y querer rechazarlo. Hasta ahora no he tenido la sensación de repudiar un trabajo pasado, y no sé si eso es bueno o malo, pero está claro que hay cosas de ayer que hoy desconocía.
-¿Cómo lleva la etiqueta de provocador?
-Mal. No me gusta. No me identifico con esa catalogación. Parece que la gente se fija en la anécdota y no en otras cosas. Si hay algo de tipo visual, el ojo manda. Que si has estado junto al mar con un piano, o que si lo has quemado. Son asuntos que distraen del verdadero trabajo, que nunca se hace porque sí.
-Es que el personal está muy por las anécdotas.
-Cierto que sí, que ahora todo es como muy regresivo y hay asuntos menores que violentan, como ocurría en los años 80. No sé lo que está pasando pero da la sensación de que hay una especie de regresión cultural. La gente quiere lo de siempre. En el mundo de la música sobre todo, si bien en el mundo del teatro no es así, se espera la sorpresa, la novedad, se trabaja con un material sobre el que se puede discutir y que incita a pensar.
-¿Y qué ha quedado de las vanguardias de aquellos años 80?
-El nombre. Un título que hay gente que todavía utiliza, y hablan de vanguardia y se quedan tan tranquilos. Hay otros más comedidos que emplean esta palabra pero la apostillan, dicen: entre comillas. Yo, por mi parte, ni nombro esa palabra.
-Se le quedan muchos títulos en desuso. El de provocador, el de la vanguardia...
-Sí. Es que son cosas que no me gustan. Si quisiera provocar, habría otras maneras. En el espacio de la cultura hay que hacer lo que uno quiere, sin obligaciones.
-¿Tiene potentes filias y fobias musicales?
-No, en ese sentido soy tranquilo, acepto muchas cosas. Tengo mis temporadas o mis manías particulares, pero no pasa de ahí la cosa. Lo que nadie debería discutir es que Bach es el mejor. De todas formas, ahora se da una utilización excesiva del pobre Bach. Para danza, para teatro... y empieza a ser una horterada usar a Bach. Hasta en estas cosas logra la gente empachar a los demás.
-¿Eso termina condicionando su propio gusto a la hora de escuchar a Bach?
-Sí, por el mal uso. La música requiere darse en pequeñas dosis, sin confesar las perversiones.
-Hace ya un tiempo que no se le escucha por Valencia
-Estuve en Torrent, pero sí que llevo un atraso de obras estrenadas que se han visto en todas partes menos en Valencia. Por algo será. Vendrán tiempos mejores. O peores.